viernes, 13 de marzo de 2009

LOS MISTERIOS DE LA Q DE QUILMES


Un misterio es aquello que genera la apertura a un mundo sin límites, que nos aproxima a un secreto, a una doctrina no revelada, a una intriga, a un enigma que presagia intimidad y ocultación. Derivado del griego Myo, “yo cierro, entrecerrar los ojos o la boca, susurrar”, y compartiendo la misma raíz que la palabra mito, el misterio deviene en algo absolutamente silencioso que sólo los iniciados pueden descifrar.

Cuando el misterio está vehiculizado por una letra se abren las puertas a una miríada de significados. Las letras son los signos gráficos con que se representan los sonidos de un idioma: figuras y sonidos. En todas las culturas y civilizaciones se ha pasado del simple signo al símbolo, generando un verdadero simbolismo de las letras. El alfabeto, conjunto de vocales y consonantes, ha servido para trasladar al hombre a mundos llenos de conceptos referidos a la perfección, a la totalidad. Para algunas culturas, el alfabeto, es el alma de todo, el principio vital. Para otras, las letras son el nombre que todo lo significa, pero que sólo los iniciados conocen.

Hoy nos ocupa la prominente letra Q de la marca QUILMES. El estudio de una letra, desde el punto de vista simbólico, puede ser abordado desde una multiplicidad de metodologías. Una de ellas es abordar su origen. La letra Q tuvo su nacimiento alrededor del año 1000 aC. en el cual los Fenicios y otros pueblos semíticos de Siria y Palestina comenzaron a utilizar un signo gráfico al que dieron el nombre de QOPH y cuyo significado originario era el de “mono”.

No hay nada más enigmático que el mono, ser bufón, ser inestable. Según algunos dotado de todos los vicios, para otros el más sabio. El mono -cuya palabra tal vez provenga entre nosotros del árabe mainun, que significa feliz-, inquieto y disparatado, silencioso y ruidoso, de febril actividad, desde tiempos inmemoriales ha sido visto como un boceto/ retazo del ser humano. Símbolo de la conciencia y de la agilidad, a veces son vistos como mensajeros de los dioses y guía de las almas. También se ve en el mono un símbolo de las actividades del inconsciente, desencadenando fuerzas instintivas, no controladas sea en forma favorable e inesperada, dando de repente una luz o una inspiración feliz para actuar.

La tradición semítica, rica en interpretaciones místicas de las letras a través de la Kabalah, agrega otros significados a la QOPH: símbolo de iniciación, de la tradición, del discípulo, de la medida justa y la sabiduría divina. Dicen los estudiosos de la Torah, que el creador del hombre, cuando le hizo la cabeza, le colocó una trenza para que supiera que debía vivir en armonía con el universo. Por eso la Q es símbolo de unión de todas las fuerzas cósmicas.

Por otra parte la Q mayúscula es la abreviatura de QUEEN, la Reina o la Dama en el ajedrez y del QUETZAL. Las figuras simbólicas de la Reina remite al Arquetipo de la Magna Mater con toda su potencia fecundante, receptiva y alimentaria. Desde siempre se ha reconocido a la Magna Mater bajo diversas formas. Es la Madre del Mundo, la Dadora de Vida, la gran Nutridora, Sustentadora y Sanadora; pero también la que porta la Muerte, la que garantiza la Inmortalidad y la Liberación. La Diosa da y la Diosa quita. Es capaz de compasión infinita y de total aniquilación. Es la encarnación de lo que conocemos como vida, y su historia, antigua como la vida misma, porque ella es la Vida. Es el Tiempo -pasado, presente, futuro-, la Forma y la Amorfia. Ha sido Virgen, Amante y Vieja. Tiene diez mil nombres y la han llamado “Reina de los Cielos”, “Ama de la Oscuridad”, “Señora de las Cosas Salvajes”, “Tejedora de la Tela”. En el arte del mundo entero se presenta como Energía Omnipotente de la Fuerza Vital. Con ella, nuestra capacidad se llena de Energía Vital que nos encamina hacia el futuro.

EL QUETZAL, del nahuatl Quetzalli “pluma preciosa o pluma verde”, es un ave trepadora, propia de la América tropical, de plumaje suave, de color verde tornasolado y muy brillante en las partes superiores del cuerpo y rojo en el pecho y abdomen; tiene una cabeza gruesa, con un moño sedoso y verde; su cola puede alcanzar hasta 1 m de longitud. Es un Ave mística de la cosmogonía mexicana. Un QUETZAL sagrado se posaba sobre el hombro de Quetzalcoatl y simbolizaba tanto la belleza como la sabiduría del pueblo.

Para abrirnos al misterio que implican los símbolos, debemos tener en cuenta el producto que se comunica a través de la letra capital de la marca QUILMES: la cerveza. Este mágico elixir acompaña a los hombres desde hace más de 10.000 años. Incita a través de su agradable libación la transgresión de los límites, las “monerías simiezcas que genera el alcohol”, como uno de los reflejos simbólicos que emanan de su estructura primigenia.

La cerveza tiene una rica simbología. Poción de héroes, gérmen de vida y símbolo de prosperidad, siempre fue una bebida asociada a la casta guerrera, al poder masculino y a la realeza. Fue considerada elixir de la inmortalidad y se ganó un lugar en los rituales de conocimiento, iniciación y de pasaje. Su compleja preparación la vincula con la simbología alquímica, al asociarse con procesos de transmutación, transformación y transubstanciación.

Una de las metodologías claves en el Análisis Simbólico de las Imágenes es su estudio morfológico y su correspondencia con otras formas. En el caso de la Q de QUILMES se despliegan varios caminos de interpretación. Espirales, remolinos, formas sigmoideas, círculos, serpientes, el mítico Ouroboros (la serpiente que se muerde la cola), el número seis, un yin yang, una matriz, la letra semítica Tet (¡cuyo significado redunda en el glifo de una serpiente!), un balón de cerveza, el pabellón auricular, un embrión implantado...

La traducción de éstas representaciones simbólicas abre puertas a nuevos significados: la sabiduría, la totalidad, la integración de los contrarios, el retorno a un punto de origen, la renovación cíclica y la continuidad de la vida (propias tanto de la simbólica de las serpiente como de la mística alquímica generadora de la cerveza), el clan en movimiento, la danza cósmica, la semilla de la creación, los ritmos vitales, el simbolismo del agua, el simbolismo erótico de la vulva, las fases lunares…

Pero el verdadero misterio de la Q de QUILMES radica en sus orígenes que exceden todo razonamiento lógico. El nombre de la marca QUILMES, homónimo de la localidad del sur de la provincia de Buenos aires, proviene propiamente del nombre de la tribu indígena originaria de los valles Calchaquíes, en el noroeste argentino. Parientes de los diaguitas, los QUILMES, indios de un nivel cultural comparable al de los Incas, eran místicos, ecologistas, cerveceros (hacían chicha, producto de la fermentación del maíz, que utilizaban en sus rituales religiosos), guerreros, artesanos, sufrientes. Fueron masacrados y olvidados por la historia hasta que
resurgieron en la nominalidad toponímica y marcaria .

Tuvieron un desarrollo de representación icónica notable plasmado en la cerámica Santamariana (Siglo XVI). Entre dichas imágenes aparece una de forma serpentina espiralada que se asemeja asombrosamente a la Q quilmeña. Para tener en cuenta: los yacimientos arqueológicos de los indios Quilmes se dieron a conocer en los años setenta. El diseño del isotipo de la marca corresponde a la década del cincuenta. Es decir, no hubo contacto entre el intuitivo diseñador y lo realizado por los padres nominales de la marca varios siglos antes.

La Q de QUILMES se ha transformado en un vehículo de sentido, en un extraordinario economizador visual, que contiene toda la potencia de un símbolo místico. El núcleo simbólico de un objeto, la función simbólica transitoria que lo exalta en un momento dado, generan la totalidad del objeto como realidad en el mundo. Este objeto cargado de significaciones es uno de los eslabones del relato mítico. El mito de la Tribu, del Clan, de la Comunidad, se recrea en cada exposición y representación del ícono cuasi totémico de la marca cervecera. Al decir del sabio Goethe: “lo que está dentro está también afuera”. Descubrir, desnudar, desanudar, develar, revelar los núcleos íntimos de las imágenes de la realidad, son los verbos cotidianos que nos permiten vivir con plenitud el mundo de la vida. Disfrutemos el sabor de cada encuentro con el mundo de los símbolos.

Edgardo Werbin Brener
Analista de símbolos

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